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miércoles, 16 de diciembre de 2015

Pastillas metafísicas y ficciones que curan: ¿por qué una sociedad sana necesita poesía y belleza?


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Entre más poético más real. Esta es la esencia de mi filosofía.
Novalis
Como diagnosticó el doctor Terry Eagleton –doctor en literatura, no en medicina– estamos educando a nuestros jóvenes para que tengan vidas exitosas en disciplinas que tienen altos prospectos económicos –generalmente carreras técnicas, administrativas o científicas– sin reparar en la importancia que tienen las artes en la formación de las nuevas generaciones. Los estudiantes son vistos como consumidores, los profesores como gerentes, explica Eagleton, quien decidió renunciar a su puesto en Cambridge.
Decía el filósofo Manly P. Hall que un signo de decadencia cultural es fácilmente apreciado en que las personas son educadas para hacer un trabajo –el cual en algunos años incluso podría desaparecer– y no para obtener sabiduría, o conocimiento no pasajero. La educación se vuelve sinónimo del éxito económico y de la capacidad de escalar en estatus; las personas se vuelven hábiles, pero no éticas, ni honestas o sensibles a la belleza. La educación y la cultura giran en torno a hacerse rico y sobre todo a perpetuar la riqueza de los que ya la tienen, como si el dinero fuera el gran secreto de la existencia. Esto hace que vivamos en la superficie del pensamiento, lo que nos condena a una vida superficial, meramente materialista –Hall considera que la materia es superficial porque en su visión filosófica es solo la superficie, no el fondo, de una realidad más profunda que es la conciencia y el alma. Aquí podemos vincular la visión poética cabalística del mundo como lenguaje y la materia como la concentración o condensación del pensamiento o la vibración del número: los soles y planetas como pensamientos divinos.
James Hillman decía que, contrario a lo que pensamos, no es el sexo lo que está reprimido en nuestra sociedad, es la belleza, simbolizada en Grecia también por el Alma (la Afrodita Celeste). Hemos desarrollado una reacción an-estética a las experiencias que desarman, que nos llevan a la percepción del alma y para las cuales debemos hacernos vulnerables, sensibles al aliento estético (que es el sentido original de la palabra “estética”: percibir, inhalar el mundo). Reprimimos la belleza y también nos alejamos de la belleza, no invertimos en rodearnos de ella ni en aprender a hacernos sensibles a su profundidad. Manly P. Hall lo dice de otra forma: “estamos dispuestos a pagar dinero para ver porno, pero no para escuchar a Mozart o Beethoven”. Pagamos mucho dinero para una carrera o un curso que nos asegure que podemos ganar dinero y que tendrá una utilidad (nos preguntamos siempre qué ventajas nos dará, cómo lo podremos canjear), pero no para algo que simplemente nos acerque a la belleza o, sobre todo, por algo que nos dé entendimiento, un valor incuantificable, intraducible en el mercado, puesto que el alma desafía toda clasificación material.
Un artículo en la revista Aeon hace mención sobre cómo en prisión los  libros de poesía son los que más se roban los internos, y se refiere a casos en los que se ha iniciado una rehabilitación a través de la lectura de poesía. Este otro artículo recupera un estudio médico en el que se utilizó la poesía –escribir y leer– para combatir la depresión con éxito. Escribí aquí antes sobre otro estudio que muestra que leer ficción incrementa la empatía y puede considerarse una droga nootrópica, es decir, que mejora la cognición. Siguiendo esta línea de investigación podemos formular la hipótesis de que no solo la poesía y la ficción literaria pueden sanar, sino que podemos diagnosticar una enfermedad en todo aquel que no es sensible a la poesía o a la belleza del arte. Si vivimos en un mundo, como cree Eagleton, en el que el arte está desapareciendo –o al menos está perdiendo importancia– parece natural recordar la frase de Krishnamurti, quien dijo que “no es sano estar adaptado a una sociedad profundamente enferma”. Esta enfermedad masiva socialmente aceptada es el materialismo y la ausencia de arte en nuestras vidas. Tal vez es cierto, como creyó el musicólogo y erudito shivaísta, Alain Daniélou, y estamos en el Kali-yuga: una era de decadencia que puede discernirse por el materialismo y la pérdida de los principios espirituales.
chemistJames Hillman, en su libro  Healing Fictions, escribe que “como las verdades son las ficciones de lo racional, así también las ficciones son las verdades de lo imaginal”. Hillman dice: “el hombre es primordialmente un hacedor de imágenes y nuestra sustancia psíquica consiste de imágenes; nuestro ser es un ser imaginal”. Hillman usa la palabra “psique” consciente siempre de cómo era usada por los griegos, significando alma. Con imaginal se refiere a la distinción que hace Henry Corbin entre imaginal e imaginario: lo imaginal es la realidad inmaterial que percibe la imaginación como órgano de percepción sutil, como vínculo entre lo corpóreo y lo espiritual (es tanto el órgano como el mundo que se percibe, eliminando la dualidad entre el que conoce y lo que es conocido). Hacer imágenes es una poiesis, la poiesis fundamental del ser humano que se hace a sí mismo y repite el proceso cosmogónico imaginando, puesto que, como señala Platón en el Timeo, el demiurgo hizo el mundo contemplando las Formas o arquetipos de la eternidad. Decía Paracelso, el gran médico suizo, que la enfermedad empieza cuando el ser humano se separa de los patrones cósmicos de la vida. Estos patrones cósmicos, como el Árbol de la Vida de la Cábala, son también imágenes, expresiones del Logos Spermatikos, imagen y espíritu, el espejo de la divina semejanza.
Dice Corbin, en su fabuloso Tierra celeste y cuerpo espiritual, que ”para el esoterista [pero también para el poeta] es al revés: el pretendido sentido literal no es en realidad más que una metáfora. El sentido verdadero es el acontecimiento que oculta esta metáfora… Al igual que ocurre con los cabalistas, los acontecimientos verdaderos son las relaciones eternas entre los 10 sefirots ocultos bajo los relatos de los acontecimientos externos”. La conciencia poética, la visión del ojo de fuego de la imaginatio vera es la que penetra el bosque de símbolos y alcanza a ver los arquetipos, las imágenes de la eternidad, que se desdoblan como la realidad material, sombras de una luz espiritual.
Es necesario cultivar la imaginación. La imaginación debe ser entendida como una valoración de las imágenes más allá de de las imágenes electrónicas y publicitarias de consumo de la llamada “civilización de la imagen” que invaden la psique como parásitos. Un amor a las metáforas y a las imágenes como medios en sí mismos para percibir realidades espirituales: untawil, ”lo que devuelve una cosa a su origen, a su arquetipo, a su realidad verdadera”, dice Corbin. Y Hillman nos exhorta a quedarnos con la imagen y a descubrir “de qué dios viene”, que símbolo del alma contiene.  
Screen shot 2015-06-23 at 2.55.11 PMLa distopía de un mundo sin arte y poesía y emociones inspiradas por la belleza ya fue imaginada por Godard en Alphaville, el culmen de la sociedad tecnócrata, hipnotizada por la tecnología, siguiendo la dictadura de una inteligencia artificial, altamente eficiente. En esa cinta la computadora Alpha 60 le pregunta al detective Lemmy Caution, como en una especie de prueba Anti-Turing, para detectar si es un humano y no un autómata como todos: “¿Qué es la poesía?” El detective contesta, con una voz pastosa de tabaco y whiskey: “es lo que transforma la noche en el día”. La poesía como la fuerza creativa del espíritu. El espíritu que la máquina no puede alcanzar, no puede procesar y por lo tanto genera un glitch en su sistema. La poesía como disciplina imaginal de percepción y síntesis (sinestesia) de la belleza: una estrella polar que nos lleva hacia el axis mundide la psique humana. Decía Martin Ruland: “la imaginación es la estrella en el hombre, el cuerpo celeste o supraceleste”. 
La gran olvidada de nuestro sistema educativo es el alma —”la ninfa en perenne fuga”, luego de que asesinamos al dios Pan, el dios de la naturaleza ante quien se reunían pavorosas y extáticas las ninfas. En ningún lado se le menciona, en ningún lado se le cuida ni se le alimenta con eso que a ella la nutre: la belleza, el ritmo, la contemplación, la melancolía, la imaginación, el tiempo cualitativo de Kairós, el tiempo que no es dinero, el tiempo que es un río, el tiempo que es una ventana transparente hacia los mundos celestes, el tiempo que es arte, el tiempo de una vida que es en este mundo la oportunidad de “forjar alma”, como decía Keats: “Call the world if you please ‘the vale of soul-making”‘. Manly Hall agrega: ”Cada momento estamos construyendo alma o marginando al alma… el alma espera pacientemente que nuestro cuerpo y nuestra mente construyan su mansión”. Educamos a los jóvenes para que sean ingenieros y arquitectos, ¿pero cuántos ingenieros y arquitectos del alma tenemos?
 Twitter del autor: @alepholo

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