Nuestro diccionario define adular como “hacer o decir con intención, a veces inmoderadamente, lo que se cree que puede agradar a otro”. Otro diccionario es sin embargo más claro, al definir adular como “elogiar excesiva o falsamente”. Un sinónimo de adulación es “lisonja”, definida como “alabanza afectada para ganar la voluntad de alguien”.
De modo que en definitiva, la adulación es siempre prodigar alabanzas o halagos en exceso, para conseguir algo a cambio. Desde luego, se adula a personas que son sentidas como superiores en algún sentido, sea ésta una mera percepción o algo real, como sucede cuando se adula a personas con poder. De hecho, la forma más común en que se observa la adulación es en relación a personas superiores en el sentido de estar investidas de más poder.
Esto explica que la adulación exista desde siempre, porque siempre han existido relaciones de poder. La adulación tiene además en sí misma mucho poder, porque apunta a la parte más vulnerable del ser humano, que es el “ego”. Cuando se recibe una adulación el ego “se infla”, y la persona se siente muy bien, creyendo en la adulación ya que quien recibe la adulación rara vez se da cuenta de esto, en gran medida porque ni siquiera conoce lo que es verdaderamente el ego, que al final de cuentas es en gran parte pura vanidad. Por eso adular, salvo que sea muy grosero, da siempre buenos dividendos.
No en vano ya en libros antiguos, como la Biblia, luego en Aristóteles y después en varios autores de la Edad Media, hay advertencias contra la adulación. Un clérigo advirtió que “el adulador es un ministro del diablo”, poniendo de este modo en alerta a otros monjes para que no se dejaran tentar por la adulación y no se llenaran de vanidad.
¿Qué oscuros mecanismos psicológicos se esconden en la mente detrás del adulador? Lo común es obtener un beneficio. El favor de un jefe, gozar de más consideración, conquistar a una mujer (o viceversa), o bien en ciertos casos, como frente a un tirano, recibir un trato menos cruel. Pero hay también otras motivaciones ocultas; en ocasiones el adulador puede desear en secreto recibir él mismo esa adulación, generalmente porque tiene una pobre autoestima. Si bien quien es adulado no se percata de que se le infla el ego, el adulador tampoco se da cuenta de que su conducta tiene que ver con el propio rebajamiento. La adulación es muchas veces la antesala de dos rasgos claramente negativos: la manipulación y el servilismo.
El adulador jamás es un amigo de verdad ni una persona del todo confiable y honesta. Cuando las cosas se invierten, el adulador pasará al polo opuesto, con una gran frialdad hacia quien antes adulaba o incluso con odio y violencia en alguna de sus formas. Esto se ve claramente en un tipo especial de patología, como es el caso de la psicopatía o sociopatía. Los psicópatas suelen ser sujetos inteligentes pero desalmados, que se transforman en edad temprana en delincuentes, y cuyo delito más típico suele ser la estafa. Para lograr estafar recurren a su labia, y logran lo que quieren utilizando fundamentalmente la adulación. Quienes también suelen hacer gran uso de la adulación son desde luego los políticos, para ganarse a las masas (y después olvidarlas) y ocasionalmente los artistas, para conquistar al público.
De modo que en definitiva, la adulación es siempre prodigar alabanzas o halagos en exceso, para conseguir algo a cambio. Desde luego, se adula a personas que son sentidas como superiores en algún sentido, sea ésta una mera percepción o algo real, como sucede cuando se adula a personas con poder. De hecho, la forma más común en que se observa la adulación es en relación a personas superiores en el sentido de estar investidas de más poder.
Esto explica que la adulación exista desde siempre, porque siempre han existido relaciones de poder. La adulación tiene además en sí misma mucho poder, porque apunta a la parte más vulnerable del ser humano, que es el “ego”. Cuando se recibe una adulación el ego “se infla”, y la persona se siente muy bien, creyendo en la adulación ya que quien recibe la adulación rara vez se da cuenta de esto, en gran medida porque ni siquiera conoce lo que es verdaderamente el ego, que al final de cuentas es en gran parte pura vanidad. Por eso adular, salvo que sea muy grosero, da siempre buenos dividendos.
No en vano ya en libros antiguos, como la Biblia, luego en Aristóteles y después en varios autores de la Edad Media, hay advertencias contra la adulación. Un clérigo advirtió que “el adulador es un ministro del diablo”, poniendo de este modo en alerta a otros monjes para que no se dejaran tentar por la adulación y no se llenaran de vanidad.
¿Qué oscuros mecanismos psicológicos se esconden en la mente detrás del adulador? Lo común es obtener un beneficio. El favor de un jefe, gozar de más consideración, conquistar a una mujer (o viceversa), o bien en ciertos casos, como frente a un tirano, recibir un trato menos cruel. Pero hay también otras motivaciones ocultas; en ocasiones el adulador puede desear en secreto recibir él mismo esa adulación, generalmente porque tiene una pobre autoestima. Si bien quien es adulado no se percata de que se le infla el ego, el adulador tampoco se da cuenta de que su conducta tiene que ver con el propio rebajamiento. La adulación es muchas veces la antesala de dos rasgos claramente negativos: la manipulación y el servilismo.
El adulador jamás es un amigo de verdad ni una persona del todo confiable y honesta. Cuando las cosas se invierten, el adulador pasará al polo opuesto, con una gran frialdad hacia quien antes adulaba o incluso con odio y violencia en alguna de sus formas. Esto se ve claramente en un tipo especial de patología, como es el caso de la psicopatía o sociopatía. Los psicópatas suelen ser sujetos inteligentes pero desalmados, que se transforman en edad temprana en delincuentes, y cuyo delito más típico suele ser la estafa. Para lograr estafar recurren a su labia, y logran lo que quieren utilizando fundamentalmente la adulación. Quienes también suelen hacer gran uso de la adulación son desde luego los políticos, para ganarse a las masas (y después olvidarlas) y ocasionalmente los artistas, para conquistar al público.
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