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viernes, 19 de abril de 2013

El silencio lo llena todo



Para oír debe haber silencio. Nada puede tronar dentro.
Para ser oído debe haber silencio. No debe haber murmullos de mentes en movimiento, de palabras inaudibles que resuenan como torrenteras de pensamientos.
Para oírte debes estar en silencio. ¿Porque si no acallas el trino de tu mente, el cantar de tus sueños, el ruido de tus miedos…, cómo vas a oír tu silencio y la voz que se derrama cada vez que, en verdad, estás callado?.
El silencio lo contiene todo. El silencio lo llena todo. Nace de la plenitud y del vacío, de la totalidad y de la nada. Se contiene a sí mismo en su propia vacuidad y se llena de todo en su intrínseca plenitud.
Para verte a ti mismo debes verte no solo en el silencio sino en la claridad de la soledad más absoluta, en la ausencia más meridiana de toda forma vacía o llena pero carente de sentido.
Para mirarte y verte debe reinar el silencio sensorial de la visión. Porque solo podemos vernos cuando sólos nos miramos, es decir, en la más absoluta vacuidad, para encontrarnos así en la plenitud.
Para vaciarse hay que llenarse. Para llenarse hay que vaciarse.
Cuando acallas la mente, cuando la silencias y no se oye mas que el silencio atronador de la soledad compartida contigo mismo, entonces es cuando puedes oírte a ti mismo y reconocer la sagrada voz interior. Mientras exista murmullo, torrentera de palabras, de ideas, de pensamientos que se escapan a llenar el hueco dejado por el segundo de silencio…, mientras exista todo esto solo tendrás atisbos y susurros de la voz interior, de la voz del silencio.
Para que todo te hable tienes que estar callado. Acalla la mente y despierta.

Miguel Ángel del Puerto

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